lunes, 29 de marzo de 2010

"La mujer que amo se ha convertido en un fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones."

Todo encuentro es el simulacro de un desencuentro.

Los Hombres, en su afán por darse pertencía,

construyen a su objeto amado bajo la falsa promesa de la unión.

Amamos porque deseamos contenernos en el otro, porque deseamos poseernos en el otro y,

sin embargo, lo otro es un cuento que nos contamos

para callar nuestra incapacidad de hacernos presentes sin testigos.

Hacemos del amor, de todos los lazos afectivos, un monstruo que nos deseé , una boca que nos pronuncie, un reino que podamos habitar aunque sea sólo posible en su imposibilidad-. Y es esto, precisamente, lo que hace tan doloroso el amor; nunca podremos satisfacer la promesa porque, de antemano, ya hay una un resentimiento hacia el objeto amado: jamás podrá ser para mí, jamás podrá superar mi amor, jamás podrá entender la inevitabilidad del adiós.

Descompodrido...

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